jueves, 17 de mayo de 2012

CONCURSOS DE TAPAS

DESDE HACE UNOS CUANTOS AÑOS, EN ALGUNAS LOCALIDADES DE LA PROVINCIA, SE HAN PRODIGADO CONCURSOS DE TAPAS QUE HAN FUNCIONADO BIEN, EN MAYOR O MENOR MEDIDA, PERO QUE NO HAN LLEGADO A CREAR COSTUMBRE.

Es difícil saber exactamente qué hace de una ciudad un sitio con un buen tapeo. Preguntar si primero es la oferta y después el hábito o al revés es como preguntar lo consabido del huevo o la gallina. Pero, habría que analizar porqué funcionan concursos como el "Tapaporte" de San Juan, y similares en otras localidades, sin crear una costumbre que perdure cuando no hay concurso. 

Se nos ocurren tres motivos para explicar lo mencionado:

Como primera posible explicación, se podría pensar que el precio motiva al movimiento de local en local. Dado que no va a haber sorpresas respecto del coste, porque está previamente establecido (entre 1'5 y 2 euros por caña y tapa en cada local, dependiendo del concurso), se sabe perfectamente lo que va a costar cada visita a un local. Éste es un factor, sin duda, motivante.

El factor sorpresa es otra posible explicación. La novedad nos motiva, y probar aquello de lo que no tenemos noticia previamente, nos anima a movernos de bar en bar para ver qué hay detrás de un nombre sugerente.

Por otro lado, movernos de local en local viendo gente haciendo lo mismo nos estimula, da la sensación de animación en el ambiente. Nos invita a dejarnos llevar por ese movimiento.

Si no estamos desacertados en este análisis, podríamos decir que, por tanto, precio, novedad y buen ambiente son las tres características que animan a participar en estos concursos de tapas cada vez más comúnmente celebrados. Analicemos ahora porqué no se mantiene esta práctica fuera de concurso.

Respecto del precio y el buen ambiente en la calle, se nos ocurre que pueden ir unidos. Cuando entramos en un bar o cervecería durante el concurso, si nos gastamos 2 ó 2,5 euros por persona, no pensamos que vayan a mirarnos mal por consumir poco. Estamos de concurso. Ello justifica nuestro comportamiento, y mucha gente vendrá igual que nosotros. Lo único que estamos haciendo es repartir los 20 € de nuestro presupuesto entre 6 ó 7 establecimientos. No hay tensión. El bar no pretende sacar un mayor rendimiento por cliente. No se nos ofrecen raciones alternativas ni tenemos al camarero encima para sugerirnos tomar algo más cuando hemos terminado. Fuera de concurso, esto, obviamente cambia y deja de ser así.

Por otro lado, la creatividad y el factor sorpresa se terminan fuera de concurso. Los locales retiran incluso las tapas premiadas. Y empiezan a ofrecer las raciones y medias raciones de toda la vida. Se acabó lo que se daba. El concurso nos gusta a todos, pero ¿para qué seguir con él?

De todo lo dicho hasta aquí se deduce fácilmente que la sinergia se crea con el ambiente que se presenta en la calle cuando las personas se mueven de un lado a otro. La gente atrae más gente cuando se lo está pasando bien. Si 100 personas gastan 20 € cada una, al mediodía o por la noche, el importe (o actividad económica) será el mismo si fraccionan su presupuesto entre 6 ó 7 locales que si se lo gastan en un solo local. Pero mientras se mueven de un lado a otro, hablando distendidamente, cruzándose unos con otros y disfrutando de nuestro clima, crean mejor ambiente. Y esto atrae más gente y genera más actividad económica. 

Para llevarlo a cabo, se tienen que poner de acuerdo los locales, crear cada uno de ellos, un listado de un mínimo, de 5 tapas que, acompañadas de caña o vino supongan 2,5 €, incorporar cada cierto tiempo una tapa novedosa. y fomentar algún tipo de compensación para el cliente habitual del conjunto de bares de tapas. Hoy, con redes sociales, todo esto se puede realizar más fácilmente. Y para potenciar la marca de esta actividad comercial, dentro de lo que puedan, deberían actuar las corporaciones locales.

Nos encantaría recibir opiniones al respecto.

Un cordial saludo

 Gerardo Colomina

1 comentario:

  1. Interesante aportación. El tapeo sin costumbre tiene en esta zona, creo, el miedo del hostelero que teme preparar tapas perecederas sin certeza de consumo. Por otro lado, no todas las zonas acompañan, pues hace falta que haya un espacio abierto no transitado, con los riesgos que conlleva. El tapeo es salir a la calle. Recuerdo una plaza que hAy en Sevilla donde se venden unas patatas fritas en el centro y los bares de alrededor no paran de tirar Cañas y lo que surja.
    Antonio Ripoll Soler

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